miércoles, 22 de mayo de 2013

Siete colchones: Invención de la intimidad

Sueños y cartas que atraviesan el océano en la nueva obra de Bárbara Echevarría.

Txt. Javier Garat

Cuando comienza la obra –comenzar es un decir: sin principio ni fin, la obra está ahí cuando se llega y sigue allí cuando se la abandona- un hombre algo estrambótico invita a los participantes a conocer sus sueños. Son muchos, siete, y cada uno sucede en uno de los colchones que colman las superficies de un gran galpón vacío. En una esquina en las penumbras un hombre de sobretodo y gorro de lana, ordena y reordena bidones asépticos con la concentración de un ajedrecista. Más allá, un joven rodeado con desorden y vajilla sucia, busca desesperadamente levantarse de la cama sin lograrlo. En otro punto del gran espacio vacío que alberga los sueños posibles e imposibles de aquel muchacho, una niña maldita se desvive entre lágrimas, gritos y siniestros amigos invisibles. Recorridos posibles hay muchos: cada uno propone el suyo recostado, espiando de cerca o de lejos o inclinado para encontrar las palabras que los personajes ensayan en sus sueños. 
Siete colchones es la continuación de un proyecto dirigido por Bárbara Echevarría en el cual un grupo de escritores argentinos coordinado por Sol Echevarría escribieron cartas con instrucciones simples para intervenir un colchón. “La primera parte de esta experiencia que se llamó Invención de la intimidad fue realizada en Austria -durante una residencia artística en la que participé en septiembre del 2012- en una antigua refinería de sal. Los textos con los que trabajaron los actores fueron las cartas de Buenos Aires”, explica la directora. Siete colchones es, entonces, el recorrido inverso. Siete artistas enviaron desde Hallein (Austria) instrucciones a siete actores de Buenos Aires  para que cada uno intervenga un colchón. “Es una propuesta que incluye etapas que se desarrollan en distintas ciudades, artistas que no se conocen entre sí pero trabajan uno sobre la propuesta de otro. Todo eso le da a la obra un vuelo diferente. Se crea algo muy intenso en la yuxtaposición de momentos, artistas, procesos creativos”, sugiere Bárbara

.El resultado es una experiencia íntima a la vez que exhibicionista. En esta clase de teatro íntimo -donde antes que el ojo que todo lo mira escondido en las tinieblas, el espectador es una pieza más en la obra- se abre la posibilidad del intercambio persona-persona con el actor pero a la vez, este acto se realiza ante los ojos voyeuristas de quien quiera espiar. Esto deja al espectador en un lugar algo corrido, extraño, y lo obliga a replantear su lugar en la experiencia teatral. “Estoy sorprendida con la intensidad de la función acá. Me encontré con espectadores ansiosos por un lugar en la ficción del colchón. Espectadores que intervienen a los actores y que participan en las escenas planteadas. Es muy interesante el clima que se crea durante la performance, se convierte en un espacio diferente al que normalmente propone el relato dramático”, comenta Bárbara luego de la primera de solo cuatro funciones. Múltiples y contradictorias son las sensaciones que se despiertan en el espectador al verse en una situación poco segura e inesperada. Hay quien se suelta más y también quien no logra romper la parálisis. En cualquier caso, la experiencia pone de manifiesto las convenciones que todos acordamos tácitamente al asistir al teatro.
Otro punto interesante y (des)estructurante de la obra es su no-linealidad. En lugar de una historia, un relato, lo que hay es una serie de performances simultáneas en loop. El espectador puede recorrer como le plazca las diferentes historias y sus lógicas dispares. Puede, si eso lo tranquiliza, perderse en la música. Entrar, salir, recostarse, intercambiar con otros espectadores devenidos en performers espontáneos, todo está permitido porque no hay más relato que el que cada uno construye para sí.
En el centro de la sala duerme el joven que abrió sus sueños y participó a los asistentes. Rodeado de relojes despertadores varios, él sueña. Cada vez que despierte contará una historia. Cada vez que despierte hablará una lengua diferente y se sacará uno de los tantos pares de medias que cubren sus pies. Cada vez que despierte, quien lo mire a los ojos ya no podrá correr su mirada hasta que el joven termine la historia y vuelva a dormir.

Jueves 23 y 30 de mayo a las 22.30 en Abasto Social Club, Yatay 666.
Entradas 35 pesos.



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