Sueños y
cartas que atraviesan el océano en la nueva obra de Bárbara Echevarría.
Txt. Javier Garat
Cuando comienza la obra –comenzar es un decir: sin principio ni
fin, la obra está ahí cuando se llega y sigue allí cuando se la abandona- un
hombre algo estrambótico invita a los participantes a conocer sus sueños. Son
muchos, siete, y cada uno sucede en uno de los colchones que colman las
superficies de un gran galpón vacío. En una esquina en las penumbras un hombre
de sobretodo y gorro de lana, ordena y reordena bidones asépticos con la
concentración de un ajedrecista. Más allá, un joven rodeado con desorden y vajilla
sucia, busca desesperadamente levantarse de la cama sin lograrlo. En otro punto
del gran espacio vacío que alberga los sueños posibles e imposibles de aquel muchacho,
una niña maldita se desvive entre lágrimas, gritos y siniestros amigos
invisibles. Recorridos posibles hay muchos: cada uno propone el suyo recostado,
espiando de cerca o de lejos o inclinado para encontrar las palabras que los
personajes ensayan en sus sueños.
Siete colchones es la continuación de un proyecto dirigido por
Bárbara Echevarría en el cual un grupo de escritores argentinos coordinado por
Sol Echevarría escribieron cartas con instrucciones simples para intervenir un
colchón. “La primera parte de esta experiencia que se llamó Invención de la
intimidad fue realizada en Austria -durante una residencia artística en la que
participé en septiembre del 2012- en una antigua refinería de sal. Los textos
con los que trabajaron los actores fueron las cartas de Buenos Aires”, explica
la directora. Siete colchones es,
entonces, el recorrido inverso. Siete artistas enviaron desde Hallein (Austria)
instrucciones a siete actores de Buenos Aires para que cada uno intervenga
un colchón. “Es una propuesta que incluye etapas que se desarrollan en
distintas ciudades, artistas que no se conocen entre sí pero trabajan uno sobre
la propuesta de otro. Todo eso le da a la obra un vuelo diferente. Se crea algo
muy intenso en la yuxtaposición de momentos, artistas, procesos creativos”,
sugiere Bárbara
.El resultado es una experiencia íntima a la vez que
exhibicionista. En esta clase de teatro íntimo -donde antes que el ojo que todo
lo mira escondido en las tinieblas, el espectador es una pieza más en la obra-
se abre la posibilidad del intercambio persona-persona con el actor pero a la
vez, este acto se realiza ante los ojos voyeuristas de quien quiera espiar.
Esto deja al espectador en un lugar algo corrido, extraño, y lo obliga a
replantear su lugar en la experiencia teatral. “Estoy sorprendida con la
intensidad de la función acá. Me encontré con espectadores ansiosos por un
lugar en la ficción del colchón. Espectadores que intervienen a los actores y
que participan en las escenas planteadas. Es muy interesante el clima que se
crea durante la performance, se convierte en un espacio diferente al que
normalmente propone el relato dramático”, comenta Bárbara luego de la primera
de solo cuatro funciones. Múltiples y contradictorias son las sensaciones que
se despiertan en el espectador al verse en una situación poco segura e
inesperada. Hay quien se suelta más y también quien no logra romper la
parálisis. En cualquier caso, la experiencia pone de manifiesto las
convenciones que todos acordamos tácitamente al asistir al teatro.
Otro punto interesante y (des)estructurante de la obra es su
no-linealidad. En lugar de una historia, un relato, lo que hay es una serie de
performances simultáneas en loop. El espectador puede recorrer como le plazca
las diferentes historias y sus lógicas dispares. Puede, si eso lo tranquiliza,
perderse en la música. Entrar, salir, recostarse, intercambiar con otros
espectadores devenidos en performers espontáneos, todo está permitido porque no
hay más relato que el que cada uno construye para sí.
En el centro de la sala duerme el joven que abrió sus sueños y
participó a los asistentes. Rodeado de relojes despertadores varios, él sueña.
Cada vez que despierte contará una historia. Cada vez que despierte hablará una
lengua diferente y se sacará uno de los tantos pares de medias que cubren sus
pies. Cada vez que despierte, quien lo mire a los ojos ya no podrá correr su
mirada hasta que el joven termine la historia y vuelva a dormir.
Jueves 23 y 30 de mayo a las 22.30 en Abasto Social Club, Yatay 666.
Entradas 35 pesos.
Jueves 23 y 30 de mayo a las 22.30 en Abasto Social Club, Yatay 666.
Entradas 35 pesos.
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