El stand up es tema de debate y genera
amores y odios. Leo Camiser cuenta qué implica ser standupero, qué hacer si el
público no se ríe y por qué piensa que el género se puso tan de moda en estos últimos
años.
Txt María Eugenia Mastropablo
No es gracioso. Dice las cosas con gracia,
que es diferente. Esta es la frase ideal para presentar a Leo Camiser un, como
se dice en la jerga del ambiente, standupero que destaca entre los cientos por
el valor agregado que le adicionó a sus shows: canciones. Además, actualmente,
está produciendo, actuando y haciendo la música de Necesito un tiempo, su
primera serie online.
Camiser cuenta que una persona “nace con
ciertas características de su personalidad, de su forma de ser” para hacer stand up “como la rapidez mental y
la capacidad de observación” pero que, después, “uno se forma como comediante
con el estudio, la práctica y la experiencia”. “Hay personas que porque son
graciosas dentro de un grupo de amigos piensan que pueden subirse a un
escenario y hacer reír. Ser un comediante no es sólo contar cosas de tu vida. No estoy de acuerdo con los que dicen que el stand up es una forma de hacer terapia, como así que como los que dicen que ir al gimnasio es una forma de hacer terapia. Yo creo que son complementos que pueden funcionar pero que hay que ir psicólogo. Yo soy de los que piensan que hay que cuestionar no sólo sacar a fuera”, sentencia.
¿Qué
pasa si el público no se ríe?
Te diría que casi nunca me pasó. En alguna
función tuve el público que se ríe para adentro, queda más lindo decirlo así.
En esos casos uno se tiene que plantar en el escenario y hacer su rutina igual.
Hay una sensación cuando la gente no se ríe, o te está yendo mal, de que uno se
quiere sacar el texto de encima para irse del escenario. Pero tenés que
bancártela y ser inteligente, tener la capacidad para decir: “Bueno, esto así no
está funcionando, ¿por dónde puedo ir?”. También hay recursos, que se aprenden
con la práctica, para captar al público, hay que generar interés. El principio
y el final tienen que ser bien power. Básicamente, si la gente no se ríe es
bancártela y no salir corriendo. Si tenés poco material te la aguantás e
intentás seguir para adelante para ver si alguno se prende. Y si tenés la
posibilidad, porque sos más avanzado, de tener más material, cambiás un par de
cajones de lugar, te armás de nuevo y retomás. Cuando termina el show, hacés tu
autocrítica para ver en qué fallaste. A veces puede ser que justo te tocó gente
ortiva, o puede ser una combinación, que uno salió medio acelerado o que no se
conectó con su material. Al no ser un chiste, vos acá tenés que conectarte con
lo que estás diciendo.
El stand up fue importado de Estados Unidos
y ni bien arribó a la Argentina, a partir del 2002, se puso de moda. A pesar de
esto, Camiser asegura que “el stand up también es conocido como monólogo de
humor y los monólogos existen desde hace millones de años, acá tenés a Antonio
Gasalla, Enrique Pinti y Tato Bores”. “Quizás la diferencia es que en Argentina
los monólogos históricamente tenían un tinte político y eran más en forma de
relato. El stand up tiene una estructura de armado de chiste, de premisa y
remate. No podés estar más de dos minutos contando algo sin que haya un remato
o algo gracioso. En el monólogo te podés dar el lujo de que haya un relato”,
agrega.
Vos
también hiciste teatro, ¿qué diferencias encontrás con el stand up?
Siempre hubo una disputa histórica entre el
teatro y el stand up, es la misma disputa entre el profe de Educación Física y
el personal trainner. El profe de Educación Física estudia 4 o 6 años y el
personal trainner hace un curso de un año. Hay un debate histórico entre el
standupero, que es un pibe que estudió un año y que se sube a un escenario, y
el actor, que quizás la viene remando hace 6 años estudiando y está en el under,
sin desmerecer, haciendo una obra para los amigos y que una persona que estudia
un año está en el Paseo La Plaza con su
show a sala llena. Esa disputa creo que va a estar siempre.
Creo que hay que mirarlo como algo más integral, como un complemento. Yo en mi
monólogo también hago la interpretación de mi texto y trato de diferenciarme.
Hay gente que te cuenta la situación, yo lo que intento es generar esa
situación. El stadaupero debe formarse también como
actor para poder explotar su potencial al máximo, todo está guionado pero la idea es que salga
lo más natural posible, que parezca como la primera vez que lo decís. Entonces
para eso tiene que estar bien interpretado. Lo importante no es ser
gracioso, sino decir las cosas con gracia,
¿Cuál
es la diferencia?
Yo no sé contar chistes. Pero sí con los
años uno va encontrando un estado de gracia y el cómo dice las cosas, de una manera graciosa. Lo que
causa gracia no es lo que estoy diciendo sino cómo lo estoy diciendo, las caras
que pongo, la manera en que lo interpreto. Puede que el stand up haya tenido tanto
recibimiento en el público por hablar de anécdotas de personas comunes y
corrientes inmersas en un mundo que cada vez incita más a mostrar y contar la
intimidad. Creo que el stand up se puso tan de moda porque habla de lo que nos
pasa a todos. La gente se siente identificada porque ve que no es la única a la
que le pasan ciertas cosas. Pienso que a partir de desdramatizar los problemas
que pasan a diario y, por un rato, olvidarse o, al revés, recordarlos pero de
manera graciosa, las personas se sienten mejor. La clave está en que la gente
se siente identificada y quiera pasarla bien, siempre a un bajo precio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario